La traducción aproximada al castellano del termino japonés Shinrin-yoku es «baños de bosque» o «inmersión en la atmosfera del bosque», una práctica nipona inspirada en la tradición budista y sintoísta que consiste en pasear por el bosque con atención plena en la percepción sensorial del entorno para vivenciar y experimentar la naturaleza.
El practicante se baña e impregna de la energía pura del entorno que le aporta vitalidad y a la vez calma y tranquilidad. Pasear por el bosque restaura el equilibrio emocional y afina las facultades mentales: atención, concentración, memoria y capacidad de aprendizaje. Incrementa la autoestima y asertividad y amplia la empatía. El paseante inspira fitoncidas, sustancias volátiles y no volátiles producidas por plantas y árboles, una suerte de aromaterapia natural que fortalece el sistema inmunitario. Múltiples estudios científicos revelan que Shinrin-yoku, previene la enfermedad y preserva la buena salud.
visión holista
práctica contemplativa
La contemplación de la naturaleza es una práctica inherente a la cultura japonesa. La admiración de la luna llena durante el mes de septiembre o tsukumi, la observación de la límpida y fría nieve o yukimi o la contemplación de la lluvia de pétalos rosados que caen durante la floración de los cerezos en primavera u ohanami, son costumbres habituales entre la población. Setu-getsu-ka o nieve, luna, flores refleja la sensibilidad de los japoneses por la naturaleza. La práctica de la contemplación funde el observador con el paisaje para ser Uno y Todo.
El amor por la naturaleza, clara herencia del sintoísmo, de la tradición nipona se identifica con la integración del ser humano en la naturaleza, de origen taoísta, de la cultura china. Sintoísmo y taoísmo proceden de un animismo naturalista en que el respeto y devoción a la naturaleza son claves para seguir el flujo del universo. Cielo, ser humano y tierra son una triunicidad en la que el hombre forma parte integrante.
Los taoístas rinden culto a los árboles que aportan aliento vital (ver arboles amigos) y los nipones respetan los árboles, moradas de espíritus sintoístas o kami, para ambos el paisaje es el principal motivo de su estética y bienestar.
atención plena y continua en la naturaleza
Baños de bosque no es una meditación, el paseante no está en propiocepción, todo lo contrario, la atención se focaliza en el entorno natural. El practicante pasea lento y tranquilo respirando con naturalidad permitiendo que la naturaleza impregne el organismo a través de los sentidos. Observar los claros oscuros que proyecta la luz entre las ramas, el abanico de tonalidades que despliegan los árboles, más oscuros en el sotobosque; apreciar la fragancia de la tierra húmeda, el aroma de las plantas; percibir el crepitar de las pisadas sobre la hojarasca, el rumor del viento, el piar de los pájaros y los insectos cantores; acariciar la textura rugosa de la corteza de un pino, la aspereza de las piedras, la suavidad de las hojas, el terciopelo del musgo.
El paseante siente también las sensaciones kinestésicas del propio cuerpo y percibe el frescor y la brisa en la cara, el peso del cuerpo en cada pisada; toma conciencia del espacio que ocupa y de la distancia que existe hasta los arboles….
Cuando llega un pensamiento a la mente, el paseante no lo nutre, no lo juzga, lo deja pasar como si fuera una nube y su atención regresa de nuevo al entorno. La contemplación del bosque a través de la percepción sensorial aporta conciencia clara, paz interior y contento, somos bosque, fluimos. Somos todo…
El Instituto Qigong organiza paseos en algunos bosques singulares de Catalunya, donde habitan arboles maduros, moradas de espíritus y deidades…
paseo en el bosque de robles:
paseo en el bosque de hayas:
paseo en el bosque de castaños:
paseo en el bosque de encinas: